Cómo el cerebro crea la mente - Antonio Damasio (traducción de Roberto José Carmona Ballestas)
Cómo el cerebro crea la
mente
Antonio Damasio
Traducción de Roberto José
Carmona Ballestas

Al comienzo del nuevo milenio, es evidente que una
pregunta supere a todas las demás en las ciencias de la vida: ¿Cómo emerge el
conjunto de procesos que llamamos mente a partir de la actividad del órgano que
llamamos cerebro? La pregunta es apenas nueva. Ha sido formulada de una manera
u otra por siglos. Una vez que fue posible plantear la pregunta y no ser
quemado en la hoguera, ha sido formulada abiertamente e insistentemente.
Recientemente la pregunta ha preocupado tanto a los expertos–neurocientíficos,
científicos cognitivos y filósofos–como a otros quienes se preguntan sobre el
origen de la mente, especialmente la mente consciente.
La pregunta de la conciencia ahora ocupa escenario
central porque la biología en general y la neurociencia en particular han sido
notablemente exitosas en desentrañar una gran cantidad de secretos de la vida.
Se pudo haber aprendido más sobre el cerebro y la mente en los 90s–la llamada
década del cerebro–que durante toda la historia previa de la psicología y la
neurociencia. Elucidar la base neurobiológica de la mente consciente–una
versión clásica del problema mente-cuerpo–se ha convertido casi en un desafío
residual.
La contemplación de la mente puede inducir timidez en
el contemplador, especialmente cuando la conciencia se vuelve el foco de
investigación. Algunos pensadores, expertos y aficionados por igual, creen que
la pregunta puede ser incontestable en principio. Para otros, el aumento
implacable y exponencial de nuevos conocimientos puede dar lugar a una
vertiginosa sensación de que ningún problema puede resistir el asalto de la
ciencia, si solo la teoría es correcta y las técnicas son suficientemente
poderosas. El debate es intrigante e incluso inesperado, ya que no se han
planteado dudas similares sobre la probabilidad de explicar cómo el cerebro es
responsable de procesos tales como la visión o la memoria, que son obviamente
componentes de los más amplios procesos de la mente consciente.
Estoy firmemente en el campo de confianza en que: una
explicación sustancial de la emergencia de la mente se producirá desde el
cerebro, y tal vez pronto. La sensación vertiginosa, sin embargo, se ve
atenuada por el reconocimiento de algunas dificultades aleccionadoras.
Nada es más familiar que la mente. Incluso, el
peregrino en busca de fuentes y mecanismos detrás de la mente se embarca en un
viaje hacia un extraño y exótico paisaje. Sin ningún orden en particular, lo
que sigue son los principales problemas que enfrentan aquellos que buscan la
base biológica de la mente consciente.
El primer dilema implica la perspectiva que uno debe
adoptar para estudiar la mente consciente en relación al cerebro, en el que
creemos que se origina. El cuerpo y el cerebro de cualquier persona son
observables por terceros; la mente, sin embargo, es observable solo para su
propietario. Múltiples individuos confrontados con el mismo cuerpo o cerebro
pueden hacer las mismas observaciones de aquellos cuerpos o cerebros, pero ninguna
observación directa, comparable en tercera persona, es posible para la mente de
nadie. El cuerpo y su cerebro son públicos, expuestos, externos e
inequívocamente entidades objetivas. La mente es privada, oculta, interna, es
inequívocamente una entidad subjetiva.
¿Cómo y dónde ocurre la dependencia de la mente de la
primera persona sobre el cuerpo de la tercera persona con precisión? Técnicas
usadas para el estudio del cerebro incluyen refinados escáneres cerebrales y
medición de patrones de actividad en las neuronas del cerebro. Los detractores
arguyen que la compilación exhaustiva de todos estos datos se suma a los correlatos de los estados mentales, pero nada se asemeja a un estado mental real. Para ellos, la
observación detallada de la materia viviente no conduce a la mente, sino
simplemente a los detalles de la materia viva. El conocimiento de cuánta
materia viva genera el sentido del yo, que es el sello distintivo de la mente
consciente–la sensación de que las imágenes en mi mente son mías y son formadas
en mi perspectiva–simplemente no es posible. Este argumento, aunque incorrecto,
tiende a silenciar a la mayoría de los optimistas investigadores de la mente
consciente.
Para los pesimistas, el problema de la mente
consciente parece tan insoluble, que no es posible incluso explicar por qué la
mente se trata si quiera de algo–por
qué los procesos mentales representan estados internos o interacciones con
objetos externos. (Los filósofos se refieren a esta cualidad representativa de
la mente con el confuso término “intencionalidad”). Este argumento es falso.
La última aseveración negativa es el recordatorio de
que dilucidar la emergencia de la mente consciente depende de la existencia de
esa misma mente consciente. Conducir una investigación con el mismo instrumento
que se investiga hace que tanto la definición del problema como el enfoque
hacia una solución, sean especialmente complicados. Dado el conflicto entre el
observador y lo observado, decimos, que es improbable que el intelecto humano
esté a la altura de la tarea de comprender cómo emerge la mente del cerebro.
Este conflicto es real, pero la noción de que esto es insuperable, es inexacta.
En resumen, la aparente exclusividad del problema de
la mente consciente y las dificultades que complican las formas de llegar a ese
problema generan dos efectos: frustran a los investigadores comprometidos a
encontrar una solución y confirman la convicción de otros que intuitivamente
creyeron que una solución está fuera de nuestro alcance.
Evaluando las dificultades
Los que citan la incapacidad de la investigación sobre
la materia viva del cerebro para revelar la “substancia de la mente”, asumen
que el conocimiento real de esa materia viviente es suficiente para hacer que
tal juicio sea final. Esta noción es completamente inaceptable. La definición
real de los fenómenos neurobiológicos es bastante incompleta, de cualquier
forma que la desmenuces. Todavía tenemos que resolver numerosos detalles sobre
la función de las neuronas y los circuitos en un nivel molecular; aun no
captamos el comportamiento de las poblaciones de neuronas sin una región local
del cerebro; y nuestra comprensión de los sistemas a gran escala formados de
múltiples regiones cerebrales también es incompleta. Estamos apenas empezando a
abordar el hecho de que las interacciones entre muchas regiones cerebrales no
contiguas probablemente producen estados biológicos muy complejos que son mucho
más que la suma de sus partes.
En efecto, la explicación de la física relacionada con
los eventos biológicos es aún incompleta. En consecuencia, declarar que el
problema de la mente consciente es insoluble porque hemos estudiado el cerebro
hasta el final y no hemos encontrado la mente, es ridículo. Todavía no hemos
estudiado completamente la neurobiología o su relación con la física. Por
ejemplo, en el mejor nivel de descripción de la mente, la rápida construcción,
manipulación y superposición de muchas imágenes sensoriales podría requerir una
explicación a nivel cuántico. Incidentalmente, la noción de un posible papel de
la física cuántica en la elucidación de la mente, que es una idea usualmente
asociada con el físico matemático Roger Penrose de la University of Oxford, no
es una aprobación de sus propuestas específicas, es decir, que la conciencia
está basada en un fenómeno a nivel cuántico que sucede en los microtúbulos–constituyentes
de neuronas y otras células. El nivel cuántico de operaciones podría ayudar a
explicar cómo tenemos una mente, pero lo considero innecesario para explicar
cómo sabemos que poseemos esa
mente–la cuestión que considero más crítica para una comprensión exhaustiva de
la conciencia.
La extrañeza del problema de la mente consciente,
refleja principalmente la ignorancia, que limita la imaginación y tiene el
curioso efecto de hacer que lo posible parezca imposible. El escritor de
ciencia ficción Arthur C. Clarke ha dicho, “Cualquier tecnología
suficientemente avanzada es indistinguible de la magia”. La “tecnología” del
cerebro es tan compleja como para parecer magia, o al menos incognoscible. La
aparición de un abismo entre los estados mentales y los fenómenos
físico/biológicos proviene de la gran disparidad entre dos cuerpos de
conocimiento–la buena comprensión de la mente que hemos logrado a través de
siglos de introspección y los esfuerzos de la ciencia cognitiva versus la
incompleta especificación neural que hemos logrado a través de los esfuerzos de
la neurociencia. Pero no hay razón para suponer que la neurobiología no pueda
cubrir el abismo. Nada indica que hemos alcanzado el borde de un abismo que
separaría, en principio, lo mental de lo neuronal.
Por lo tanto, sostengo que los procesos biológicos que
ahora se presumen corresponden a los procesos mentales que son, en efecto, procesos mentales y se verá así cuando se entienda
con suficiente detalle. No estoy negando la existencia de la mente o diciendo
que sabiendo uno lo que se necesita saber sobre la biología de la mente, la
mente deje de existir. Simplemente creo que la mente privada, personal,
preciosa y única, en realidad es
biológica y algún día será descrita en términos tanto biológicos como mentales.
La otra objeción principal para una comprensión de la
mente es que el conflicto real entre el observador y lo observado hace que el
intelecto humano no sea apto para estudiarse a sí mismo. Sin embargo, es
importante señalar que el cerebro y la mente no son un monolito: tienen
múltiples niveles estructurales, y el más alto de esos niveles crea
instrumentos que permiten la observación de los otros niveles. Por ejemplo, el lenguaje
dota a la mente del poder de categorizar y manipular el conocimiento de acuerdo
a los principios lógicos, y eso nos ayuda a clasificar las observaciones como
verdaderas o falsas. Deberíamos ser modestos sobre la probabilidad de observar
alguna vez nuestra entera naturaleza. Pero, declarar la derrota antes de hacer
el intento desafía la observación de Aristóteles de que los seres humanos son
infinitamente curiosos sobre su propia naturaleza.
Razones para el optimismo
Mi propuesta
para la solución al enigma de la mente consciente, requiere dividir el problema
en dos partes. La primera preocupación es cómo generamos lo que yo llamo una
“película en el cerebro”. Esta “película” es una metáfora para el compuesto
integrado y unificado de diversas imágenes sensoriales–visuales, auditivas,
táctiles, olfativas y otras–que constituyen el show de multimedia que llamamos
mente. El segundo problema es el “yo”, y cómo generamos automáticamente un
sentido de propiedad [ownership] para
la película en el cerebro. Las dos partes del problema están relacionadas entre
sí. Separarlos es una estrategia de investigación útil, ya que cada uno
requiere su propia solución.
Los neurocientíficos han intentado resolver
involuntariamente la película en el cerebro que es parte del problema de la
mente consciente, durante la mayor parte de la historia de este campo [de
conocimiento]. El esfuerzo de mapear las regiones del cerebro involucradas en
la construcción de la película, comenzó hace casi un siglo y medio, cuando Paul
Broca y Carl Wernicke, sugirieron por primera vez que las diferentes regiones
del cerebro estaban involucradas en el procesamiento de diferentes aspectos del
lenguaje. Más recientemente, gracias al advenimiento de herramientas cada vez
más sofisticadas, el esfuerzo ha comenzado a cosechar atractivas recompensas.
Ahora, los investigadores pueden registrar
directamente la actividad de una sola neurona o un grupo de neuronas y
relacionar esa actividad con los aspectos de un estado mental específico, tal
como la percepción del color rojo o de una línea curva. Las técnicas de imágenes
cerebrales como la TEP (tomografía por emisión de positrones) y la fRMN
(resonancia magnética funcional) revelan cómo las diferentes regiones del
cerebro de una persona normal y activa, participan de un cierto esfuerzo
mental, como relacionar una palabra con un objeto o aprender una cara
particular. Los investigadores pueden determinar cómo las moléculas dentro de
los circuitos de neuronas microscópicas participan en las diversas tareas
mentales, y pueden identificar los genes necesarios para la producción y el
despliegue de esas moléculas.
El progreso en este campo ha sido veloz desde que
David H. Hubel y Torsten Wiesel de la Harvard University proporcionaron por
primera vez la primera pista de cómo los circuitos cerebrales representan la
forma de un objeto dado, demostrando que las neuronas en la corteza visual
primaria se sintonizaron selectivamente para responder a bordes orientados en
ángulos variados. Hubel y Margaret S. Livingstone, también de Harvard,
demostraron más tarde que otras neuronas en la corteza visual primaria responden
selectivamente al color pero no a la forma. Y Semir Zeki del University College
London descubrió que las regiones del cerebro que recibieron información
sensorial después de la corteza visual primaria estaban especializadas para el
procesamiento posterior del color o el movimiento. Estos resultados
proporcionaron una contrapartida a las observaciones realizadas en pacientes
neurológicos vivos: el daño a las distintas regiones de la corteza visual
interfiere con la percepción del color, al tiempo que deja intacto el
discernimiento de la forma y el movimiento.
En efecto, un gran cuerpo de trabajo apunta ahora
hacia la existencia de una correspondencia entre la estructura de un objeto
captado por el ojo y el patrón de la actividad neuronal generada dentro de la
corteza visual del organismo al ver este objeto.
Otro progreso notable que involucra aspectos de la
película en el cerebro ha llevado a un incremento de las percepciones
relacionadas con los mecanismos de aprendizaje y memoria. En una rápida
sucesión, la investigación ha revelado que el cerebro usa sistemas discretos
para diferentes tipos de aprendizaje. El ganglio basal y el cerebelo son
fundamentales para la adquisición de habilidades–por ejemplo, aprender a
manejar una bicicleta o tocar un instrumento musical. El hipocampo es integral
para el aprendizaje de hechos relacionados con entidades tales como personas,
lugares o eventos. Y una vez que se aprenden los hechos, la memoria a largo
plazo de esos hechos se basa en sistemas cerebrales multicomponentes, cuyas partes
claves están localizadas en las vastas extensiones cerebrales conocidas como
cortezas cerebrales.
Además, el proceso por el cual los hechos recién
aprendidos se consolidan en la memoria a largo plazo, va más allá del hipocampo
y las cortezas cerebrales. Ciertos procesos deben tener lugar, a nivel de
neuronas y moléculas, para que los circuitos neuronales estén grabados, por así
decirlo, con las impresiones de un hecho recientemente aprendido. Esta
grabación depende del fortalecimiento o debilitamiento de los contactos entre
las neuronas, conocida como sinapsis. Un provocativo descubrimiento de Eric R.
Kandel de la Columbia University y Timothy P. Tully del Cold Spring Harbor
Laboratory es que la grabación de la impresión requiere la síntesis de
proteínas frescas, que a su vez depende de la participación de genes
específicos dentro de neuronas encargadas del apoyo de la memoria consolidada.
Estas breves ilustraciones del progreso podrían ser
ampliadas con otros descubrimientos provenientes del estudio del lenguaje, la
emoción y la toma de decisiones. Cualquiera que sea la función mental que
consideremos, es posible identificar distintas partes del cerebro que
contribuyen a la producción de una función trabajando en concierto; existe una
estrecha correspondencia entre la aparición de un estado mental o comportamiento
mental y la actividad de regiones cerebrales seleccionadas. Y esa
correspondencia puede ser establecida entre una determinada región
macroscópicamente identificable (por ejemplo, la corteza visual primaria, un
área relacionada con el lenguaje o un núcleo relacionado con la emoción) y los
circuitos neuronales macroscópicos que constituyen la región.
Lo más excitante es que estos impresionantes avances
en el estudio del cerebro son solo un comienzo. Las nuevas técnicas analíticas
mejoran continuamente la habilidad para estudiar la función neuronal a nivel
molecular y de los fenómenos altamente complejos a gran escala, que surgen de
todo el cerebro. Las revelaciones de esas dos áreas harán posible las
correspondencias entre los estados cerebrales y los estados mentales, entre
cerebro y mente. A medida que la tecnología se desarrolla y crece el ingenio de
los investigadores, el grano fino de las estructuras físicas y las actividades
biológicas que constituyen la película en el cerebro se enfocará gradualmente.
Confrontando al yo
El momento de la investigación actual sobre
neurociencia cognitiva, y la pura acumulación de hechos poderosos, bien pueden
convencer a muchos escépticos de que la base neuronal de la película en el
cerebro puede ser identificada. Pero los escépticos seguirán encontrando
dificultades para aceptar que la segunda parte del problema de la mente consciente–la
emergencia del sentido del yo–puede ser resuelta en absoluto. Aunque reconozco
que resolver esta parte del problema no es obvio de ninguna manera, se ha
propuesto una posible solución y se está probando una hipótesis.
Las principales ideas detrás de la hipótesis
involucran a la única habilidad representacional del cerebro. Las células en el
riñón o en el hígado realizan sus asignados roles funcionales y no representan
ninguna otra célula o función. Pero las células cerebrales, en cada nivel del
sistema nervioso, representan entidades o eventos que ocurren en otras partes
en el organismo. Las células cerebrales se asignan, por diseño, para encargarse de otras cosas y otras
actividades. Nacen cartógrafos de la geografía de un organismo y de los eventos
que tienen lugar dentro de esa geografía. El misterio tantas veces citado de la
mente “intencional” relativa a la representación de objetos externos no resulta
ser para nada un misterio. La desesperación filosófica que rodea este obstáculo
de “intencionalidad” aludido anteriormente–por qué los estados mentales
representan emociones internas o interacciones con objetos externos–se eleva
con la consideración del cerebro en un contexto darwinista: la evolución ha
creado un cerebro que tiene como profesión representar directamente al
organismo e indirectamente a lo que sea con lo que el organismo interactúe.
La intencionalidad natural del cerebro nos lleva hacia
otro hecho establecido: el cerebro posee dispositivos dentro de su estructura
que están designados para administrar la vida del organismo de tal manera que
los balances químicos internos indispensables para la supervivencia, se
mantengan en todo momento. Estos dispositivos no son ni hipotéticos ni
abstractos; están localizados en el núcleo del cerebro, el tallo cerebral y el
hipotálamo. El dispositivo cerebral que regula la vida también representa, por
necesidad, el constante cambio de estados del organismo a medida que ocurren.
En otras palabras, el cerebro tiene un medio natural para representar la
estructura y el estado de todo el organismo
viviente.
Pero ¿Cómo es posible pasar de un yo biológico al
sentido de la propiedad de mis propios pensamientos, la sensación de que mis
propios pensamientos están construidos en mi propia perspectiva, sin caer en la
trampa de invocar a un homúnculo omnisciente que interpreta mi propia realidad?
¿Cómo es posible saber sobre uno mismo y su entorno? He
argüido en mi libro
The Feeling of What
Happens que
las bases biológicas para el sentido del yo, se pueden encontrar en esos
dispositivos cerebrales que representan, momento a momento, la continuidad del
mismo organismo individual. En pocas palabras, mi hipótesis sugiere que el
cerebro usa estructuras designadas para mapear tanto al organismo como a los objetos
externos para crear una representación fresca de segundo orden. Esta
representación indica que el organismo, tal como está mapeado en el cerebro,
está involucrado en la interacción con un objeto, también mapeado en el
cerebro. El segundo orden de
representación no es abstracción; este sucede en estructuras neuronales tales
como el tálamo y las cortezas cinguladas.
Tal conocimiento recién
acuñado agrega información importante al proceso mental en evolución.
Específicamente, se presenta dentro del proceso mental la información de que el
organismo es el propietario del proceso mental. Esta es una respuesta
voluntaria a una pregunta que nunca se planteó: ¿A quién le está sucediendo
esto? El sentido de un yo en el acto de conocimiento es creado así, y eso forma
la base para la perspectiva en primera persona que caracteriza a la mente
consciente.
Nuevamente desde una
perspectiva evolutiva, el imperativo para un sentido del yo, se torna claro.
Como dice la esposa de Willy Loman en Death
of a Salesman de Arthur Miller: “¡La atención debe ser pagada!” Imaginemos
un organismo consciente de sí mismo versus el mismo tipo de organismo que
carece de la consciencia de sí mismo. Un organismo consciente de sí mismo tiene
un incentivo para escuchar las señales de alarma proporcionadas por la película
en el cerebro (por ejemplo, el dolor causado por un objeto particular) y planificar
la evasión de tal objeto en el futuro. La evolución del yo recompensa a la
conciencia [awareness], que es
claramente una ventaja de surpervivencia.
Con la metáfora de la película
en la mente, si se quiere, mi solución al problema de la mente consciente es
que el sentido del yo en el acto de conocer, emerja dentro de la película. La autoconciencia es, de hecho, parte de la
película y, por lo tanto, crea, dentro del mismo marco, lo “visto” y el
“vidente”, el “pensamiento” y el “pensador”. No hay un espectador separado para
la película en el cerebro. La idea del espectador es construida dentro de la
película, y ningún homúnculo fantasmal atormenta el teatro. Los procesos
cerebrales objetivos tejen la subjetividad de la mente consciente fuera del
velo del mapeo sensorial. Y como el mapeo sensorial más fundamental pertenece a
los estados corporales y se visualizan como sentimientos, el sentido del yo en
el acto de conocer emerge como un tipo especial de sentimiento–la sensación de
lo que pasa en un organismo atrapado en el acto de interactuar con un objeto.
El
futuro
Sería tonto hacer
predicciones sobre lo que puede y no puede ser descubierto, o cuando algo puede
ser descubierto en la ruta de un descubrimiento. Sin embargo, probablemente sea
seguro decir, que para el año 2050, el suficiente conocimiento de los fenómenos
biológicos habrá aniquilado la tradicional separación dualista del cuerpo/cerebro,
cuerpo/mente y el cerebro/mente.
Algunos observadores
pueden temer que al fijar su estructura física, algo tan precioso y digno como
la mente humana pueda ser degradada o desaparecer completamente. Pero explicar
los orígenes y el funcionamiento de la mente en el tejido biológico no eliminará
a la mente, y el asombro que tenemos se puede extender a la asombrosa
microestructura del organismo y a las funciones inmensamente complejas que
permiten que dicha microestructura genere a la mente. Al entender la mente a un
nivel profundo, la veremos como el conjunto de fenómenos biológicos más
complejo de la naturaleza, más que como un misterio de naturaleza
incognoscible. La mente sobrevivirá a la explicación, así como el perfume de
una rosa, deducida su estructura molecular, aún olerá dulce.
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